Al concluir nuestras celebraciones navideñas este fin de semana, después de haber sido bendecidos con las gracias de la temporada y la apertura del Año Jubilar, entramos en el Tiempo Ordinario con una invitación a ver la belleza y la complejidad de la vida que nos rodea.
El día de Navidad leemos en el Evangelio de Juan: “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. En el principio Él estaba con Dios. Todas las cosas llegaron a existir por medio de él, y sin él nada llegó a existir. Lo que llegó a existir por medio de él era la vida, y esta vida era la luz de la raza humana; la luz brilla en la oscuridad, y la oscuridad no la ha vencido”. Llevamos en nuestras vidas la luz de la verdad de que la vida proviene de Dios y llegó a existir por medio de Jesucristo. Nuestra fe y las enseñanzas de la Iglesia nos llevan a profundizar en la vida y en los problemas que siempre tenemos ante nosotros.
Cada día nos vemos desafiados a cuidar no sólo de nuestras propias vidas, sino también de las vidas de muchas personas a nuestro alrededor y en todo el mundo. No podemos permitir que la oscuridad venza la luz que Jesús ha traído al mundo. A través de Jesús podemos encontrar reconciliación, compasión, comprensión y la verdad. Cuando nos damos cuenta de que las vidas que nos han sido dadas son regalos preciosos, entonces podemos apoyarnos en las cuestiones de justicia y verdad para los no nacidos, los ancianos, los jóvenes, los sin techo, los inmigrantes. A los ojos de Dios, cada vida cuenta. El Espíritu Santo, despertado dentro de nosotros, tal como lo recibimos en nuestros bautismos, nos conduce hacia el mañana de una manera que desafía a la cultura actual a mirar la vida a través de los ojos de Jesucristo.
La oración nos hace tomar conciencia del don que llevamos en nuestro cuerpo. Nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro corazón reciben muchas influencias que nos llevan a tomar decisiones en la vida desde una perspectiva cultural, religiosa o un poco de ambas. Nuestro mundo es complicado y, al saberlo, no podemos simplemente mirar hacia dentro e ignorar lo que sucede a nuestro alrededor.
La mayoría de nosotros tenemos una perspectiva mundana a través de los medios de comunicación. Nuestras perspectivas pueden ampliarse enormemente al leer historias de grupos misioneros o al experimentar de primera mano la forma de vida de las personas en dos tercios del mundo. Necesitamos escuchar historias y, cuando ofrecemos consejos, debemos respaldarlos con nuestro propio compromiso de seguir la decisión hasta el final apropiado. Cuando escuchamos la historia de una joven embarazada, o la de un inmigrante lejos de casa, o la de una persona mayor abandonada en su propia casa o en una residencia asistida, o escuchamos a un misionero con sueños de educar a niños y jóvenes, podemos caminar junto a ellos. Podemos compartir con ellos una experiencia que puede parecernos extraña. El Espíritu Santo nos da fuerza y sabiduría para ver la vida más allá de nosotros mismos y para ser conscientes de los desafíos y necesidades del mundo que nos rodea.
Podemos compartir con ellos una experiencia que puede parecernos extraña. El Espíritu Santo nos da fuerza y sabiduría para ver la vida más allá de nosotros mismos y para ser conscientes de los desafíos y necesidades del mundo que nos rodea.
La oscuridad no vencerá a la luz. La luz permanece para siempre mientras esperamos el regreso de Jesucristo. Que la luz guíe a nuestros líderes políticos y religiosos, a nuestros representantes, a nuestros padres e hijos, a nuestros maestros, a nuestros consejeros, a nuestros mentores y a muchos otros en sus vidas para que el respeto por la vida, el cuerpo, la justicia, la paz y el amor al prójimo fortalezcan nuestra cultura. Acogamos con agrado el diálogo entre nosotros sobre los temas en cuestión, con respeto por las diferencias y una manera justa de tratar las prácticas injustas. Oremos, oremos, oremos para que en este Año Jubilar la Eucaristía fortalezca nuestro espíritu, la Santísima Madre guíe nuestros caminos y el Espíritu Santo renueve el fuego interior.